Biocombustibles: UNC investiga en la misma línea que la UNVM

Desarrollaron en Córdoba un bio combustible para aviones

El producto podría emplearse en zonas de muy baja temperatura, donde los biodiesel no funcionan. Se hace a partir de las semillas de una maleza. Participó la UNC, junto al Conicet y el ministerio de Defensa.
El desarrollo surge del proyecto “Bio-jet”, un programa de investigación para el desarrollo de biocombustibles para uso aeronáutico que dirige el Dr. Jorge Pérez y que fuera presentado hace algunos años.
En aquel momento, Pérez era también investigador de la UNC, pero luego se trasladó definitivamente a la Unidad de Investigación y Desarrollo Estratégicos para la Defensa (UNIDEF) que depende del Ministerio de Defensa de la Nación y el CONICET. No obstante, el procedimiento para la elaboración del biocombustibles con aceite de ricino fue patentado a nombre de la UNC, el CONICET y el Ministerio de Defensa nacional.
En esta ocasión, Pérez y su equipo de investigación obtuvieron un biocombustible a partir del aceite de ricino, que se extrae de la semilla de una planta silvestre llamada “tártago” la cual crece fácilmente dado su resistencia a las inclemencias climáticas. La idea madre es que este combustible pueda reemplazar al menos parcialmente a los que se utilizan en aviones por las bajas temperaturas (querosén aeronáutico, gas oil antártico y para regiones de baja temperatura).
El aceite de ricino, también conocido como aceite de “castor” por su denominación en inglés, es muy resistente al frío por su composición química. Está compuesto en un 90% por un ácido graso (ricinoleico). “Es químicamente muy puro, por eso se comporta muy bien en el frío”, apunta Jorge Pérez.
El científico contó que fue personalmente Nilda Garré, en su momento Ministra de Defensa nacional, la que le solicitó a todos los especialistas que estaban trabajando en el desarrollo de biocombustibles que encaren experimentos con vegetales no comestibles dado la controversia que genera está práctica por la demanda de alimentos para la población.
“A partir de allí- cuenta Pérez- nos dedicamos a hacer pruebas con el aceite de ricino, logramos el biocombustible y lo probamos en aviones militares de la base Marambio, de la Antártida, para ver como resistía al frío. Preparamos 1600 litros de combustible y luego de más de mil horas de viaje, se hizo una evaluación completa del motor y arrojó resultados excelentes”.
El problema es que el biodiesel a bajas temperaturas no ofrece muchas prestaciones. “A cero grado, el biodiesel de soja es una margarina”, grafica el científico. En cambio, la tecnología creada para lograr estos aceites- que ya se utiliza en otras partes del mundo- soporta temperaturas de 50º bajo cero.
“La Ley Nacional de Biocombustibles dice que en todo el territorio nacional se debe usar al menos el 10% de biodiesel en el gasoil para aviones. ¿Pero cómo cumplir esta Ley en Ushuaia? Bueno, esto también es un aporte para el cumplimento de esta norma”, añade Pérez.
En paralelo, el desarrollo de este biocombustible puede catalizar el cultivo para extracción del aceite de ricino. En el norte argentino, de hecho, el tártago nace en muchos lugares, el más emblemático es la ciudad de Tartagal que le debe su nombre a este arbusto. Actualmente, India, China y Brasil, respectivamente, son los mayores productores de aceite de ricino. Se calcula que el tártago brinda 2500 litros de aceite cada una hectárea, un volumen de producción que supera ampliamente a la soja.
“En la Argentina no hay disponibilidad de aceite de ricino; en otras épocas lo hubo pero la producción se abandonó porque no había demanda”, cuenta Pérez.
“Se puede promover el desarrollo productivo de este cultivo ya que no compite con los tradicionales, puede crecer en cualquier lado. Se podría promover que, por ejemplo, con tierras fiscales se instalen plantas de producción de aceite”, completó el científico.


Fuente: www.unc.edu.ar
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