Córdoba no presta atención a las especies invasoras



Pocas acciones contra animales invasores

Varias especies exóticas que viven en Córdoba están provocando daños económicos y ambientales, aunque nadie los ha medido.
Algunos animales que forman parte del paisaje habitual de las Sierras o la pampa cordobesas en realidad no son de estas tierras. Son invasores que están provocando daños económicos y ambientales. El problema es que se sabe de ellos poco. Los investigadores han descripto y estudiado algunas especies exóticas de los ecosistemas cordobeses, pero no hay muchos estudios sobre sus efectos.
Por ejemplo, se conoce que el jabalí habita la provincia desde hace 40 años. Pero nadie ha evaluado qué cambios está provocando en el ambiente.
“Se sabe que esta especie de Eurasia destruye la cobertura vegetal en busca de alimento. Esto deja el suelo desnudo y reduce la cobertura de algunas plantas. También depreda las semillas de algarrobo y otras, y probablemente compite con la fauna nativa”, explica Estefanía Ruiz, quien realizó un estudio sobre la distribución de esta especie en Córdoba para su tesis de maestría.
Un trabajo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) estimó que la paloma, la especie invasora por excelencia, provoca una pérdida de un tercio de los cultivos en el sur de la Provincia. Sin embargo, este dato no coincide con otros estudios realizados en otras partes del país, en donde las pérdidas fueron más bajas. Esta ave también general problemas en la ciudad de Córdoba y todavía no se sabe qué hacer para controlarla.
Mientras tanto, muchas especies invasoras gozan de la protección de las leyes de caza. Es el caso de la liebre europea. La reglamentación de caza solo permite cinco ejemplares por cada cazador. Este animal fue declarado plaga. La razón de esta restricción es puramente económica: proteger las poblaciones para darle continuidad a la caza y el comercio.
Lo mismo ocurre con las restricciones para pescar truchas en Córdoba, un pez considerado una de las 100 especies invasoras más dañinas del mundo, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
“No hay criterios ecológicos en el reglamento de pesca. La paradoja es que no hay un reglamento que regule la pesca de tarariras, un pez autóctono”, asegura Julián Lescano, biólogo del Centro de Zoología Aplicada de la Universidad Nacional de Córdoba que ha evaluado el daño que este pez está provocando en los arroyos serranos. La fauna autóctona acuática nunca convivió con un pez tan voraz como la trucha.

La culpa es del hombre
Todas las invasiones fueron provocadas por el hombre. Algunas ocurrieron sin intención, como el caso del mejillón dorado. El molusco ha poblado el Embalse de Río Tercero y genera graves complicaciones en la usina de Epec, la Central Nuclear y las cooperativas que utilizan el agua del lago para potabilizar.
El mejillón dorado llegó a la cuenca del río de la Plata, a la cual pertenece el río Tercero, en 1991 como “polizón” en los barcos provenientes de Asia, de donde es este molusco.
En cambio otras especies fueron intencionalmente introducidas por el hombre. Es el caso de la trucha y el jabalí para fomentar la pescy caza deportiva. La gambusia o pez mosquito se extendió por Argentina para combatir a los mosquitos. Se alimenta de larvas, pero además come los huevos de peces nativos. Ahora es un pez omnipresente en los ríos.
Un caso de introducción intencional bastante particular es el que sucedió con las ardillas de vientre rojo en La Cumbrecita en 2000. Con el visto bueno de la comuna, un hotel decidió introducir 30 ejemplares de este roedor como un atractivo más. Lo curioso es que la comuna deslindó de toda responsabilidad ambiental al hotel.
“Los riesgos de introducir está especie son la transmisión de enfermedades y el consumo de huevos aves nativas. En la Cumbrecita hay algunas que están en peligro de extinción”, comenta el biólogo Agustín Zarco, que las estudió. Y agrega que otro problema económico es que roen cables, comen frutos de cultivos y que para construir sus nidos usan corteza de los árboles. “Los árboles, al ser descortezados, mueren de pie. Esto perjudica a las forestaciones y a los tabaquillos. Yo puede observar que las ardillas los dañaban”, señala.
Los biólogos aseguran que los controles son claves para evitar más daños. Es vital impedir la suelta ilegal de nuevos ejemplares.

Fuente: La Voz del Interior
.

Comentarios

Entradas populares de este blog

CONVENIO CON EL MUNICIPIO DE OLIVA

Las principales reservas subterráneas de agua se están agotando, según la NASA

SEGUNDO FORO AMBIENTAL